[TRECE]

No sé cómo puede haber gente que vive junto a una estación de ferrocarril, y es capaz de dormir con el ruido de los trenes. Mejor dicho, sí lo sé: porque el ser humano tiene una capacidad muy grande de habituarse a todo.

Señor, no quiero que el paso del tiempo me haga ver tus cosas con los ojos cansados de un funcionario.

¡Que todo me sepa siempre a nuevo, y con aire de urgencia! Como al joven médico, que han puesto de guardia para atender las ambulan­cias que llegan a la puerta, así quiere ir mi corazón, de sobresalto en sobresalto, siempre aprendiendo.


¡QUE NO ME ACOSTUMBRE

jamas a tratarte!

Tiembla mi alma

¡que no me acostumbre

jamás a tratarte!

No busco otra cosa

que ser tuyo

el gorrión de ciudad

vuela libre

en tu jaula,

pero tiembla

¡que no me acostumbre!