[DOS]

Ya ves, Señor, tengo un cuerpo pequeño, pero mi corazón quiere ser grande; es grande, por mi audacia de niño. Las criaturas pequeñas lo esperan todo de sus padres; y así, cuando vengo a verte cada mañana, necesito que tengas alas, vengas rápido a cuidarme.

Me diste ojos grandes de águila, con los que puedo verte detrás del trozo de pan, donde estás escondido.

Tu gracia llega lentamente, poco a poco, y siempre cuando la necesi­to, pero no quieres que tenga despensa. Me ayudas cada vez. No dispongo de tu gracia para dentro de dos días, o para los próximos cinco minutos: sólo tengo tu ayuda para el ahora, por eso mi corazón no quiere inquietarse al pensar en el luego.

Estoy en la tierra todavía, por algunos años, pero cuando te hablo me subo, como en un tejado, por encima de las cosas de este suelo, y adquiero lo que llamamos altura, una cierta altura

Tu presencia es para mí, una presencia suave. Tu sol no actúa en todo su esplendor. Quisiera que quemase, y tan sólo me acaricia, como el terciopelo de la luz de la tarde. Parece un sol que no quema, tan sólo calla.


MI CORAZÓN ES DE ÁGUILA

y espera,

en la mañana.

También mis ojos son de y contemplan.

y contemplan

Llega tu brisa

sorbo a sorbo.

Y yo abajo,

arriba en el tejado,

espero cada tarde

el ardiente terciopelo:

quiero verte:

tu sol no quema,

calla.